Crema de calabaza

Y en esas estábamos, cerrando maletas una vez más, cuando me encontré con media calabaza olvidada en el balcón. Ahí es nada 14 kg. de sabrosa carne que, para que voy a mentir, estuvieron a punto de irse a la basura. Las prisas, el cansancio y la pereza casi me hacen tirar un tesoro y dejar de disfrutar de prepararla.

«Que pesadilla maquillarme. Tengo una rosacea que no puedo con ella. Pero tendré que disimular las ojeras. Luego me veo y que rabia me da! Que no se me olvide el maquillaje!»

Una calabaza que tenía nombre y de la que conocía la huerta de la que había salido y quién la había plantado y recogido. Buena tierra. Buena gente. Algo que he aprendido viviendo en un pueblo es que aún no hemos perdido el ser vecinos y la sana costumbre del trueque. Tú me das una calabaza y yo te traeré un queso, tienes huevos de tus gallinas o has cogido castañas del camino y yo te cargaré los libros de tu ebook. Sin interés porque yo tengo y tu puedes, ambos queremos y nos reconocemos en el dar y el recibir. Sin más.

«Que me sobren camisas, que luego andamos de aquí para allá y nunca sé. Otra vez la maleta hasta arriba. Y arrastrandola por el tren. No tengo remedio!»

Calabaza Vasca la llaman, cabezona como no, grande, muy grande, y algo apepinada. Color del sol en el invierno y fuente de cremas memorables. Y allá que me puse con la calabaza, dejando esperar la maleta con los trajes de las charlas, encuentros y esperanzas que llevaría a la COP25 de Madrid y que volvieron algo arrugados por dentro, pero de verdad.

«Debate entre Comunidades en el Pabellón España. Uf, participamos de todas las opciones políticas. Qué vaya bien, Dios mío. En vaya líos me meto. Esa carrera normativa de quién ha aprobado una ley y quién no. No sería mejor colaborar en torno a una misma dirección? Ilusa.«

Pochar un poco de cebolla, si tienes algo de zanahoria que siempre engancha bien con la calabaza, y como no algún puerro, el invitado imprescindible del invierno. No me va la patata, aunque da cremosidad acaba comiendo el sabor del resto de la verdura. Dejar que suden un poquito, total es invierno y añadir la calabaza que habremos cortado en dados. No hace falta que sean muy pequeños que luego vamos a triturarlos. Cubrir con agua sin abusar que es muy liquida la calabaza y dejar a fuego medio cociendo.

«A ver si conseguimos levantar Regions4, las Regiones necesitan tener voz en el contexto internacional. Pero que difícil es aunar las visiones de realidades tan diferentes. Y que enriquecedor…A ver esa Asamblea si sale bien, hemos trabajado mucho y con mucha ilusión…«.

Se puede esperar oyendo a Mariza «Quen me dera», Janis Ian «At seventeen», Norah Jones «A song with no name» o simplemente dejar correr la playlist «Una y otra vez» del Spoti. Cocinar necesita ritmo medio y fuego lento. Pararte porque vas a conectarte con las que antes que tú fueron, con las que serán y con todas las que dieron de comer a sus familias. Las María Luisas, las Rosario, las Joxepi, las Juanas…..Sin menospreciar a nuestros santos cocineros, los fogones de verdad hablan en femenino. Música, una cervecita y calabaza.

«Me tengo que estudiar las intervenciones de nuevo que esto del english es desafío al cuadrado. Mañana repaso en el tren que estoy cansada. Estamos haciendo muy buen trabajo y el equipo funcionando de cine. Aunque tengo ya una edad que, curada del ego, me empiezan a sobrar tantas cosas….«

Y ya, sal (pimienta si no me ven) y triturar con esa textura de una buena crema. Y un poquito de Queso de Idiazabal, funde perfecto y le da un toque riquísimo. Y al congelador, en porciones oro fino.

Lo sé. momento pecado. Producto de Origen animal y cambio climático. Pero está tan rico el Queso de Idiazabal. Y la calabaza!

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